Soy Dédalo, el más célebre artesano
por fabricar el laberinto a mano.
También soy el arquitecto de mi pena.
¿Para qué vivir esta cruel condena?

Minos nos encerró sin posible huida
por mar y tierra, salvo por el cielo.
Junté plumas con cera derretida.
«Ícaro, no vueles a ras del suelo
ni muy cerca de la rosada Aurora».

Su afán por subir, cada vez mayor;
la brisa, más y más abrasadora;
la cera no mantuvo más calor.
Como una leve pluma se abatió,
el agua del Leteo lo acogió.


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1 comentario en “Soy Dédalo, arquitecto de mi pena”

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